viernes, 30 de noviembre de 2007

DE CÓMO EL PUEBLO TIENE QUE SER MUCHÍSIMA GENTE

El pueblo tiene que ser muchísima gente.

A veces

(o sea, casi siempre)

hilamos tan fino para el rollo de la revolución,

que, al final, somos tres o cuetro los puros,

los héroes del Oeste que rescatarán a la chica

contra todos los malos, que son muchísimos, etc.

Pues no.

Aquí es al revés.

Los que se forran en serio son muy `pocos

y los que tienen que doblar el lomo son muchísimos.

Y la revolución es cosa de muchísimos.

Claro que si empezamos con que mi vecino es policía armada,

mi cuñado ha puesto una tienda,

mi amigo de la escuela está en el Ayuntamiento,

a mi primo lo han hecho oficial de primera,

y los tachamos, pues no va la cosa:

cada vez somos menos.

Y si quitamos a los socialistas por socialdemócratas,

a los comunistas por revisionistas,

a los izquierdistas por infantiles,

a los anarquistas por vacilones,

a los afiliados por partidismo,

a los no afiliados por apoliticismo, etc.,

pues solemos quedar nosotros y un amigo nuestro

que siempre dice que sí a lo que nosotros decimos,

aunque no lo entienda.

Y si esto es el pueblo

yo soy Ramsés II, faraón de Egipto.

Para hacer las pirámides se debieron juntar la tira

y no sobraba nadie.

Como eran tan bestias,

seguro que si se acercada alguno a ver cómo iba la obra,

le echaban el guante para trabajar.

Para la pirámide de la revolución,

que va a llegar hasta el cielo,
(o sea hasta el mundo del futuro),

Se necesitan muchas manos y muchos pies.

Como esta pirámide la va a hacer el pueblo y no los ricos,

por eso me parece

que el pueblo tiene que ser muchísima gente.

(Mariano González, 1978. TRECE CANCIONES SENCILLAS CONTRA EL DESENCANTO)

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